martes, 4 de junio de 2013

La contrarrevolución de los ricos

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Los liberales dicen que las políticas redistributivas y la igualdad conducen al totalitarismo y que es mejor trabajar por 500 euros al mes que no tener nada. Al fin y al cabo si tu “productividad marginal” es de 500 euros pues no mereces más de 500 euros. Esta es la libertad: contratos libres entre individuos libres. ¿Para qué hacen falta entonces sindicatos? ¿Por qué debe haber absurdas regulaciones del Estado que limiten la capacidad contractual de las partes? ¿Qué es eso de un salario mínimo, como dice el Banco de España?
¿saben cómo se construyen la necesidad y el miedo? Pues es bien sencillo, asegurando que el paro sea siempre una amenaza y recortando las prestaciones y las ayudas sociales.

Quienes son los que insisten en que hay que trabajar más y cobrar menos (menos incluso de lo establecido por el salario mínimo). Son los que tienen aviones privados, los que pueden llenar sus piscinas con champán y los que hacen donaciones, legales o ilegales, en sobres o en maletines, a la casta política gobernante. Pero esa casta política que decide (y que hace sangre) no predica con ejemplo. Manglano reconocía ayer que cobraba 100.000 euros al año cuando era consejero (le parecía mal que los ciudadanos financien con impuestos las universidades pero no le debía parecer tan mal que le pagaran su sueldo); los jóvenes del PP cuando son contratados como secretarios o asesores no bajan de los 50.000; Alicia Sánchez Camacho, la salvadora de España en Cataluña, se mete 180.000, el marido de Ana Mato se fue del PP con una indemnización de 130.000 y así podríamos seguir llenando folios de los que no pararía de brotar sangre.

Todos los informes disponibles señalan que la desigualdad ha aumentado con la crisis. ¿Qué es la crisis? Pues hasta el momento, la mejor oportunidad para que los ricos hagan su contrarrevolución destruyendo todas las conquistas históricas de los trabajadores, que tomaron la forma de derechos sociales.

La triste lección de los últimos dos siglos es que la necesidad y el miedo son los dispositivos políticos decisivos en esa lucha entre los de arriba y los de abajo que configura los sistemas sociales. Por eso a la victoria de los de abajo se le llama democracia y requiere que el miedo y la necesidad cambien de bando. Solo así de las cifras dejará de brotar la sangre de los de abajo.

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