Autor: Werner Rügemer
[...] Entre sus propietarios figuran los mayores fondos de inversión y fondos de alto riesgo -con sede en paraísos fiscales- que son propiedad de un complejo entramado de bancos y grupos empresariales que, a su vez, son propietarios de las más importantes y conocidas multinacionales.
Si nos adentramos en las prácticas de las agencias de calificación, veremos que la base de su poder estriba tanto en la función de supervisión estatal y supraestatal que les ha sido atribuida por gobiernos e instituciones políticas nacionales e internacionales, como en su estructura de propietarios capaz de asegurarse las complicidades políticas necesarias de estos organismos. Son estas complicidades las que han permitido desregular los mercados financieros hasta convertir a las agencias en juez y parte de un juego de casino global en el que la banca siempre gana. A esto se añade una fomentada e inteligente política de rotación de directivos entre cargos políticos, asesores presidenciales, empresas públicas y agencias, multinacionales, bancos y fondos de inversión, las famosas «puertas giratorias» que aseguran fidelidades y el control directo de las estructuras políticas.
En tanto que supuestos vigilantes objetivos e independientes del mercado, ayudan a sus propietarios a apoderarse de empresas, servicios públicos, Estados y economías nacionales completas. Su negocio no es la devolución de la deuda, sino el crecimiento exponencial de la misma. Para conseguir su objetivo disponen de un alto repertorio de prácticas que van desde las calificaciones indicativas o las calificaciones no solicitadas hasta la escenificación de crisis o la intervención directa en las políticas internas «aconsejando» recortes sociales.
Estas consentidas prácticas fraudulentas y extorsionadoras han convertido a las agencias en una lucrativa máquina de expolio continuado y en uno de los pilares fundamentales del poder actual del capital.
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