jueves, 21 de febrero de 2013

“Hay que imponer por ley primarias y democracia en los partidos”


El sociólogo cree fundamental que el Estado obligue a las formaciones a convocar congresos cada año o dos años


EL PAIS
Autor: Fernando Garea
22 de febrero

“La política española se ha anegado de ácido sulfúrico en el último mes. Si alguien piensa que es una crisis pasajera, se equivoca; se ha desencadenado una dinámica imprevisible. Esto no es Filesa o una panda de golfos, son tumores en las sedes centrales”. José Antonio Gómez Yáñez, profesor de Sociología de la Universidad Carlos III, cree que la situación es insostenible, que hace falta una reforma de la Ley de Partidos que obligue a convocar congresos cada año o cada dos años y establecer por ley un sistema de primarias que fomente la competencia entre los políticos. Asegura que hay modelos aplicables en Alemania y Estados Unidos, y que es urgente buscar una salida a la actual situación.



Pregunta. ¿Por qué hay desafección hacia los políticos?

Ley de partidos

Que garantice la democracia interna y la transparencia de las formaciones políticas, con normas democráticas en su funcionamiento interno. Debe imponer un sistema de financiación transparente y un control eficaz e independiente de sus cuentas llevado a cabo con periodicidad anual, con sanciones que lleguen incluso hasta la disolución en caso de incumplimiento. La norma puede vincularse a las regulaciones establecidas en la Ley de Transparencia y permitir que los ciudadanos puedan solicitar a un partido documentos relacionados con su funcionamiento. Los cargos imputados en procesos judiciales deberían ser suspendidos en sus funciones orgánicas hasta que se aclare su situación.
 Respuesta. Porque los partidos funcionan muy mal y porque tenemos un diseño institucional pobre, y esto afecta a la política y a las grandes empresas. Tenemos un serio problema de gobernanza o gobernación. La política de los partidos se ha ramificado en todos los sectores y tenemos que hacer un esfuerzo por reformarlos.

P. ¿Todos los partidos?

R. Los relevantes funcionan mal. Sin tocar la ley electoral, han cambiado sus estatutos espaciando sus congresos, inutilizando sus órganos internos de control y dando libertad a sus cúpulas para elegir a los cargos públicos e internos, que son igual de importantes. El resultado: han desarrollado tumores en sus sedes centrales, económicos y de todo tipo. Dudo que los cuadros y afiliados estén satisfechos con la dirección de sus partidos en este momento.

P. ¿Es un problema de normas o de comportamientos?

R. Es de ausencia de reglas. Las únicas que podemos imponer son leyes de partidos como en Estado Unidos y Alemania. O como en Gran Bretaña, que tiene una ley de partidos implícita, en donde un primer ministro o líder de la oposición que no convocara la conferencia del partido cada septiembre sería llevado al manicomio.

P. ¿Pero no es un problema de reproche ciudadano, es decir, que cada partido se organice de la forma que quiera y que el votante castigue al menos democrático?

R. No. La culpa no es de los ciudadanos, sino de los partidos que han establecido unas normas de funcionamiento en un mercado que no es convencional, sino muy regulado, con un acceso muy restringido. Es como si solo hubiera tres cadenas de restaurantes que se ponen de acuerdo para rebajar la calidad de los platos o subir los precios. Es un problema de autorregulación, porque empezaron haciendo congresos cada año o cada dos años y ahora se reúnen cada cuatro. No hay control interno porque son órganos multitudinarios que se han hecho inútiles. Artur Mas pierde unas elecciones y cuando convoca el Consell de CDC no se habla de eso.

P. ¿Se puede imponer por ley?

No se puede seguir así. El último mes nos ha anegado en ácido sulfúrico
R. En Alemania se ha hecho y en Estados Unidos hay un sistema legal de primarias. En Alemania la ley de partidos establece congresos cada dos años y unas normas de funcionamiento de los órganos de control internos y los sistemas de votación. La ley alemana establece que los candidatos deben ser elegidos por los afiliados en primarias o en congreso. Y es importante también en Estados Unidos la absoluta transparencia: en la web de cualquier partido están los estatutos y normas de funcionamiento interno y las composiciones de los órganos.

P. ¿Propone regular la periodicidad de los congresos y normas de primarias para todos?

R. Por supuesto. Un sistema de competencia entre los políticos, porque hay muchos que no desean seguir metidos en la imagen pública que tiene ahora la política, que no quieren que les abucheen. Hay que pedirles que tiren de sus direcciones para hacer una ley que obligue a los partidos a sistemas de votación internos.

P. ¿En esas primarias votarían los militantes o simpatizantes?

R. Los afiliados e idealmente los ciudadanos que se inscriban para votar en cada partido, pero lo fundamental es que lo organice el Estado. Que se integren en las elecciones a cargos públicos, como acaba de hacer el Partido Democrático italiano: un candidato frente a otro y a ser posible todos los ciudadanos. Si son cargos internos, obviamente los militantes, pero que se regule en la ley electoral y que las semanas iniciales desde la convocatoria se cambie ese sistema tenebroso de cooptación interna por una votación. Que cinco domingos antes de las elecciones hay primarias.

P. ¿El bipartidismo es un problema?

Si no se toman medidas, la calidad de los políticos será cada vez peor
R. Es el resultado de la voluntad de los ciudadanos, no es un problema. Nos hemos agrupado en centroderecha y centroizquierda y el problema solo sería si el sistema impide que entren otros partidos. Hay algunos, como el PSP, el CDS o UPyD, que han podido entrar. Mi impresión es que si no mejora la política que hacen los dos grandes partidos nos vamos a encontrar con un modelo como el francés, en el que los dos tienen seis o siete millones de votos, pero con un volumen grande de otros ocho o diez millones que voten a otros partidos. Se fragmentaría la representación y ninguno ganaría dos veces seguidas.

P. ¿Existe una partitocracia?

R. Tenemos un diseño institucional malo y eso es asombroso, porque había ejemplos comparados buenos. La Constitución empezó con mal pie con un Tribunal Constitucional nombrado por los partidos, un Tribunal de Cuentas subordinado a los partidos, un Poder Judicial politizado que luego, con la Ley del Poder Judicial, se trufó de nombramientos politizados en todos los niveles. Para el Tribunal Constitucional habría que pensar en cargos vitalicios, eso impediría negociar por lotes de magistrados y los revestiría de dignidad e independencia. El de Cuentas es un caso perdido.

P. ¿Hay un problema de calidad de los políticos? ¿Sería subsanable con una reforma legal?

R. Sí. No hay más que ver los discursos acartonados que emiten, quiénes son los principales portavoces, lo que dicen y cómo lo dicen. Si el mecanismo sigue siendo que las direcciones seleccionan a quienes entran en las listas y los órganos internos siguen inoperantes iremos a peor.

P. ¿Si los partidos son quienes tendrían que hacer esa reforma hay margen de esperanza?

P. Quiero creer que sí, porque por primera vez todos son conscientes de la imagen de su actividad y su situación personal. Que se pidan un taxi y no puedan ir tranquilamente sin escuchar reproches es muy incómodo. Por primera vez hay muchos políticos conscientes de esa situación. Si no se produce en breve, hay un ambiente para que se plantee una Iniciativa Legislativa Popular en este sentido. El país y los ciudadanos lo demandan y es urgente.

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