Extraído del Frente Cívico de León
Escrito por Antoni Soy y publicado en Economía Digital el 8 de septiembre de 2012
Ante la situación de crisis del euro, cada vez se habla más, incluso desde la ortodoxia económica (mainstream), del error que supuso la implementación del euro y, en concreto, el hecho de que el estado español decidiera formar parte del mismo. Hasta el punto que incluso se empieza a hablar abiertamente de la posibilidad de que el euro deje de existir o de que, al menos, algunos países, básicamente los de la periferia, dejen de formar parte del mismo.
Así, en junio de 2012, uno de nuestros economistas ortodoxos más reconocido internacionalmente, el Dr. Jordi Galí, confesaba en una entrevista que si en 1998 se hubiera sabido la camisa de fuerza que suponía el euro, no se habría implementado, o España no debería haber entrado. En un sentido todavía más contundente se expresaba, por las mismas fechas, el prestigioso comentarista del Financial Times, Martin Wolf en un post (What was Spain supposed to have done?) de su blog, cuando concluía que: "desde el mi punto de vista, España cometió sólo un gran error: entrar en el euro; ... (si no hubiera entrado) la economía estaría en serias dificultades, pero tanto su tipo de cambio como sus tipos de interés a largo plazo serían mucho más bajos".
Desde la propia ortodoxia se empieza a hablar también de la conveniencia o no de la salida de España (y de otros países de la periferia) del euro o, incluso, de la total desaparición de la moneda europea. La línea oficial de los organismos internacionales y europeos, de muchos policy makers y economistas ortodoxos sigue siendo que una salida del euro por parte de cualquier país, así como del estado español, sería "catastrófica" para la economía del país correspondiente, utilizando ciertamente un "lenguaje del miedo".
Y es bien cierto que una salida del euro tendría consecuencias y costes importantes (como ha estudiado en sus informes la Union de Bancos Suizos -UBS por ejemplo-), pero también tendría sus ventajas. Y ya ha llegado el momento de considerar si existe alguna otra alternativa real, en un plazo más o menos largo, que la salida de algunos países del euro o / y que la disolución y desaparición de esta moneda. En definitiva, si no valdría la pena salir del euro por voluntad propia y de forma ordenada, a pesar de sus costes importantes, que no tener que hacerlo a toda prisa y forzadamente cuando no haya más remedio porque nos expulsen o porque el euro desaparezca.
Así, el mismo Dr. Jordi Galí, en la entrevista mencionada, llegaba a decir que "si España pudiera salir del euro con una transición suave, ordenada, sin caídas estrepitosas, le convendría al igual que Grecia, Portugal e Italia", aunque a continuación añadía que "este escenario en la práctica es impensable, imposible".
Nos podemos hacer, sin embargo, la pregunta, teniendo en cuenta lo rápido que cambian las cosas actualmente, de ¿por cuánto tiempo es impensable o imposible? Otros lo tienen mucho más claro. A finales de mayo, Matthew Lynn, autor de una columna del Wall Street Journal desde Londres, la titulaba: Six Reasons Spain will leave the euro first. Tras detallar sus razones, concluía diciendo: "España es el país dentro del euro que puede llegar en primer lugar a la conclusión de que la salida negociada de la moneda única es una solución lógica".
A mediados de julio pasado, el Flash Économie de Natixis (Banque de Finançament et d’Investissement), firmado por un economista reconocido como Patrick Artus, se dedicaba al cálculo de España Le calcul de l’Espagne. Consideraba que el país se encuentra ante dos posibles estrategias. La primera, seguir con las políticas de austeridad actuales, recibiendo algunas ayudas de otros países de la zona euro; la segunda, salir del euro, quebrar respecto a su deuda exterior bruta y devaluar de forma importante su nueva (o recuperada) moneda, una estrategia que, a corto plazo, supondría un importante deterioro de la economía.
La conclusión final es que la estrategia menos mala es la segunda, que puede ser eficaz por la fuerte elasticidad-precio de las exportaciones, porque la totalidad del déficit de la balanza por cuenta corriente de España proviene de los intereses sobre la deuda exterior, y porque con la financiación propia de los déficits públicos no es seguro que los tipos de interés aumenten (particularmente creo que la financiación a partir de una moneda propia y soberana, que se puede emitir sin límite, acabaría llevando a una disminución de los tipos de interés de la deuda y también de las primas de riesgo: veamos lo que ocurre con los países que actualmente se encuentran en esta situación).
Finalmente, el Bank of America Merrill Lynch en un informe de este último julio considera que las posibilidades de una rotura del euro tienen tendencia a crecer a pesar de los últimos acuerdos en las reuniones de la UE. Una importante devaluación del euro podría ayudar a salvarlo de su desaparición.
Por otra parte, a partir del análisis coste-beneficio, consideró cuáles serían las posibilidades y las consecuencias para diferentes países, de una salida ordenada, es decir, voluntaria y preparada con anterioridad, del euro. Según este trabajo, Irlanda e Italia serían los países más interesados en una salida ordenada del euro, y Alemania, Austria y Finlandia los que menos.
Los demás países, entre ellos España, se encuentran en una situación intermedia. En el caso de España habría importantes efectos negativos en el saldo de la balanza por cuenta corriente. Pero las consecuencias serían positivas en cuanto al crecimiento del PIB (moderado eso sí), por la disminución en los costes de la deuda a partir de la disminución de los tipos de interés y de la prima de riesgo. Esto sería posible por disponer de una moneda propia y soberana y porque una depreciación de la nueva (o recuperada) moneda mejoraría las condiciones de unas deudas privadas y públicas no reconvertidas.
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